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Cómo fue en realidad la conquista de Lorca

Historia y patrimonio

Cómo fue en realidad la conquista de Lorca

 

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Vista desde el aíre de parte de la fortaleza medieval de Lorca. Imagen obtenida de murciasalud.es

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Imagen cortesía de: Región de Murcia Digital – Fundación Integra

Ni batalla, ni rebaño de ovejas, ni en 23 de noviembre. La conquista cristiana de Lorca fue muy diferente a lo que ha quedado en nuestra memoria histórica. Pero por qué no soñar y hacer realidad cada año la leyenda.

EL LORQUINO | Año 1244 Las Coronas de Castilla y Aragón avanzan imparables en sus conquistas territoriales por el Sur peninsular, siguiendo el reparto territorial acordado por Alfonso VII de Castilla y Ramón Berenguer IV por Aragón en Tudilén (1151) y por Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón en Cazola (1179). Según lo pactado en el primer tratado, la zona murciana, con excepción de Lorca y Vera, habría de ser para Aragón, aspecto que se modificó en el posterior reparto, donde el reino de Murcia quedó para Castilla, sin mermar por ello las apetencias aragonesas hacia la zona, buena muestra de las cuales sería la intervención años más tarde de Jaime II.

Para este año de 1244 los protagonistas eran, en Castilla, Fernando III (conocido a posteriori como “El Santo” o San Fernando por ser elevado a los altares como su primo, Luis IX de Francia, San Luis) y, en Aragón, Jaime I. Este último, el gran rey aragonés del siglo XIII, sería famoso por incorporar a los dominios aragoneses los reinos de Valencia y Mallorca, y acabaría anticipando la unión dinástica del siglo XV, al propiciar la unión de su hija, doña Violante, con el heredero castellano e hijo de Fernando III, el infante don Alfonso, futuro Alfonso X (no podemos llamarlo príncipe, aunque en Lorca haya una calle con este nombre, pues el título no apareció en Castilla hasta 1388, siendo el futuro Enrique III el primero en ostentarlo). Fernando III, que tenía la guerra abierta en dos frentes, Andalucía y Murcia, con unos debilitados y divididos musulmanes, dejó para sí el primero (donde acabaría por incorporar a la Corona castellana los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla y reduciría a vasallaje a al-Ahmar, caudillo de Arjona instalado en Granada y fundador del reino nazarí), y encomendó a su hijo, el infante Alfonso, la conquista del reino de Murcia.

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Imagen cortesía de: Región de Murcia Digital – Fundación Integra

La situación en esa taifa islámica era boyante para los años 1231-1232, cuando con Ibn Hud a la cabeza, el famoso rey Lobo, desde Murcia se había dominado el resto de al-Andalus, convirtiéndose en la capital murciana de la Península. Sin embargo, la división interna y el desgaste sufrido por la lucha fronteriza contra Aragón y Castilla, debilitaron también al reino de Ibn Hud, quien moría asesinado en Almería en 1238, marcando con ello el inicio del fin de su legado. Un tío suyo intentó entonces hacerse con el poder en Murcia, pero no fue reconocido por todo el reino, como por Lorca, donde el arráez Muhammad ibn Alí ibn Aslí se independizó, estableciendo su poder en el alcázar de la antigua madina o ciudad.

Poco a poco las circunstancias fueron favoreciendo a Castilla, que iba dominando el reino murciano como se completan las piezas de un puzzle. Así, a comienzos de 1240, la zona Norte de Albacete y el Noroeste eran conquistadas por la Orden de Santiago, en 1243 la capital, Murcia, capitulaba ante Fernando III, a cambio del respeto de la vida y bienes de sus habitantes, en el conocido como pacto de Alcaraz, en el que se incluían también la entrega de guarniciones, rentas y otras plazas, como Cartagena. Pronto caía sin condiciones Mula, de donde se expulsó a la población, pero en Lorca seguía la resistencia del arráez Muhammad ibn Alí, que murió a finales de la primavera de 1244, pasando el poder a su hijo. Éste sería el encargado de pactar su rendición con el infante Alfonso, quien había instalado su real en una zona de la huerta aún por determinar, y que, si bien no ha podido ser documentado por escrito hasta el momento, bien pudo ser la zona del santuario, a juzgar por su situación estratégica, por los recientes descubrimientos de un palacio islámico en la zona (que sería un escenario idóneo para el asentamiento del castellano) y por la opinión de algunos investigadores, como Juan Francisco Jiménez Alcázar. A este respecto, reproducimos las líneas de un artículo anterior sobre los reales y la devoción a la Virgen de las Huertas:

“El término real, hoy conservado en el topónimo “Los reales”,  deriva del árabe hispano raḥál (aún conservado en Murcia, majada, aldea) y éste a su vez del árabe clásico raḥl (punto de acampada), con influencias del latín regalis. Hacía referencia en su momento a un “huerto cercado”, en concreto a una propiedad privada, en manos de instituciones o propietarios musulmanes y, posteriormente, de la Iglesia. La tradición histórica y la memoria colectiva ha asociado sin embargo la palabra real al punto de acampada de las huestes de Alfonso X en su conquista de Lorca, lo cual vendría amparado por la Arqueología mediante la aparición de las estructuras islámicas de lo que parece ser un palacio bajo el actual santuario. La situación del enclave, en un punto estratégico para colapsar las vías de comunicación de la villa y sus estructuras productivas, además del control visual de la mayor parte del territorio desde la zona, decantan a Andrés Martínez Rodríguez, Juana Ponce García y Juan Francisco Jiménez Alcázar a situar las inmediaciones del santuario en las que hoy se celebra la feria como el lugar original de asiento de las tropas alfonsíes, a falta de ulteriores investigaciones.

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Imagen cortesía de: Región de Murcia Digital – Fundación Integra

En cuanto al origen del culto a la Virgen de las Huertas, no es de extrañar que éste se produjera desde el mismo momento de la conquista, siguiendo al mismo autor y teniendo en cuenta la costumbre de Alfonso X, de su padre Fernando III y de su suegro Jaime I de llevar consigo siempre una imagen de la Virgen María, a la que se dedicaban las antiguas mezquitas mayores de los lugares conquistados como un símbolo de dominio, estableciendo siempre puntos marianos específicos. No en vano, el siglo XIII es el siglo de María, iniciándose ya desde mediados de la centuria precedente un periodo de exaltación de su figura en toda la Cristiandad occidental. Tampoco es disparatado pensar que la advocación primitiva fuese la de la Virgen de las Huertas, pues en otros lugares de la geografía peninsular se acude a denominaciones del paisaje de todo tipo para denominar a la Virgen (Virgen de los Llanos en Albacete, Virgen de la Arrixaca –barrio de la ciudad–, en Murcia) y Lorca no hubo de ser una excepción en este sentido. Que el emplazamiento originario fuese el lugar que hoy ocupa el santuario desde el siglo XIII, momento de la conquista cristiana, aún no ha podido ser demostrado, pues los restos más antiguos sólo llegan hasta el siglo XV.” 

Sea como fuere, lo cierto es que al lorquino de hoy día que pasa caminando cerca del santuario y mira hacia el castillo, no le es difícil imaginar al infante don Alfonso con su séquito acampado en la actual zona de Los Reales, divisando al enemigo y dibujando la estrategia para la conquista de la ciudad y para entrar en batalla y teniendo el ardid de armar una noche con antorchas a un curioso y voluminoso ejército de ovejas y carneros de tal magnitud que hizo huir a los musulmanes, temerosos de no salir vivos ante tan numerosa hueste. Temo desilusionar al lector al confesarle que en la conquista de Lorca no hubo ovejas ni carneros más allá de los que pastasen por la zona o sirvieran de acopio a la hueste. La anécdota, nacida en realidad por la batalla del Cabecico de Velillas, acaecida más de un siglo después de la conquista, quedó asociada por la memoria histórica a la conquista de la ciudad y no es el único lugar donde se encuentra, apareciendo en la conquista de otras localidades como fenómeno antropológico recurrente.

Pero temo desilusionar nuevamente al lector al descubrirle que tampoco hubo batalla en la conquista de la ciudad. No necesitó el futuro Alfonso X asaltar la fortaleza, con fama de inexpugnable (carácter que mantiene hasta la actualidad), sino que el hijo de Muhammad ibn Alí no tuvo más remedio que capitular ante el infante castellano, debido a la enorme presión militar y a la falta de apoyos desde el exterior, en especial de Granada. La capitulación se producía a finales de junio de 1244, hacia el 27 o 28 según Torres Fontes. En efecto, no corría en aquel momento el día de San Clemente de 1244, sino que era principios de verano, época de las campañas militares, pero se hizo coincidir la fecha con el cumpleaños del futuro rey (23 de noviembre) para darle más lustre al acontecimiento. Además, don Alfonso no estaba en Lorca por las fechas en las que rendimos culto a nuestro patrón, cosa que sabemos por la documentación.

El pacto de capitulación, negociado por D. Pedro Ponce, caballero emparentado con la familia real, contemplaba el respeto a la ley, costumbres, organización, propiedades, religión, etc. de los musulmanes y establecía una etapa de protectorado castellano sobre Lorca que duraría hasta 1264, cuando los mudéjares se sublevaron por todo el reino murciano. Don Alfonso encomendaba la protección de la ciudad a la virgen María, a través de una pequeña imagen que la tradición ha querido que trajese en sus alforjas, cosa de la que no habría en principio que dudar conociendo que era costumbre de su padre, de su suegro y de él mismo llevar siempre consigo una pequeña talla de la Virgen que dejaban en los lugares conquistados como forma de favorecer la evangelización en un siglo, el XIII, que se ha denominado “el siglo de María”. Y a través de la asociación de la fecha de la conquista a su cumpleaños encomendaba también al papa San Clemente dicha protección, queriendo con ello a su vez dar realce a la nueva ciudad y queriendo recordar para siempre la incorporación a Castilla de lo que para él era una plaza decisiva que visitaría, ya como rey, en 1257.

Con aquellos hechos, que se envuelven entre la oscuridad, la leyenda, la historia y la tradición, la cruz de Cristo y el pendón de Castilla, se enseñoreaban por primera vez en la nueva Lorca. Venían tiempos difíciles, y hasta 1492 Lorca jugaría un papel preferencial en la defensa de Castilla frente a la media luna, personalizada en el también naciente emirato nazarí de Granada. Pero esa historia la dejamos para otra ocasión.

 


 

Informa: Diego Antonio Reinaldos Miñarro, para Periódico El Lorquino


 

 




Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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