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» El Sopas «, ese personaje que presagiaba la llegada de la Semana Santa de Lorca

Historia y patrimonio

» El Sopas «, ese personaje que presagiaba la llegada de la Semana Santa de Lorca

En homenaje al historiador lorquino José Luis Alonso Viñegla, fallecido con tan solo 58 años por una grave enfermedad en el año 2012. AVISO LEGAL: El relato que se reproduce a continuación se encuentra bajo derechos reservados de Copyright del autor, y bajo la autorización expresa de la familia del escritor de ser reproducidos en esta web de Periódico El Lorquino. Por lo tanto queda prohibida cualquier otra copia sin dicha autorización. 


» El Sopas » .- ¿ Quien era ?. Su presencia presagiaba la imediatez de la Semana Santa. Aparecía después de un año de silencio y anonimato para cantar a la Reina de Los Claveles, al Paso Blanco, a Lorca entera.

Y el pueblo se le entregaba : ¡ ha venido » El Sopas».
el sopas 1983

Su figura alta y desgarbada, ya madura, el rostro enflaquecido, la mirada perdida en pleno delirio, sus pasos marcados por un imaginario tambor, sus ademanes descompuestos por la locura más hermosa, y su voz rota y agrietada, escapando directamente desde el corazón, convocaban a las masas a su alrededor, que le jaleaba entusiasmada.


Como un heraldo avisaba de la llegada de los blancos, correteaba junto a los mayordomos en la recogida de estandartes y banderas en la casa del Paso, en la Corredera, en Lope Gisbert, y luego avanzaba con los » armaos» hasta San Francisco donde comenzaba a gestarse la procesión.


Pero él necesitaba más, sumergirse en la vorágine de su esplendor, y a paso vivo se bajaba a la carrera principal, a la Avenida de Los Mártires, a los palcos, a las tribunas de tablones viejos de madera engarzados con puas afiladas como flechas y largas como venablos, que te podían saltar un ojo, o dejarte cojo para toda la vida, amén de su frágil estabilidad y permanente amenaza de derrumbe.Los palcos eran la pesadilla de las madres lorquinas.
– ! Nene, no te vayas a jugar a los palcos !
– No mamá.

Y te ibas. Con suerte podía volver a casa ileso, si acaso alguna magulladura disimulable bajo la camiseta o el pantalon largo.

Tramo a tramo, palmo a palmo, de trecho en trecho, como un peregrino irredento,»Sopas» arengaba a los blancos allí convocados, que le aplaudían y respondían con vivas a sus vítores.


«Sopas » se regeneraba a si mismo, los aplausos de su pueblo, le proporcionaban una energia inaudita, una fuerza extraña que brotaba más allá del espíritu de los simples mortales, que le hacia transfigurarse.

Su cuerpo macilento y contrahecho, se agigantaba, su voz desparramada en mil notas musicales era un arpegio ronco que extraia del interior de su espectro vital la savia necesaria para no caer desfallecido a cada paso.

Sus ojos negros y pequeños como «olivicas de cuquillo» eran el fulgor hecho carne, el iris incadescente de los elegidos por los dioses del Olimpo, la mirada noble y sabia del que se entrega a una causa hasta la muerte.

Donde fueras estaba » Sopas», incansable, tremendo, en pleno éxtasis. Agitando los brazos al aire y al sol de Lorca, al compas de sus llamadas de júbilo.

Lo vi llorar muchas veces en Santo Domingo,el Viernes Santo, cuando la Virgen de la Amargura regresaba a su casa despés de haber bencedido a Lorca.

Su expresión era de arrobo, de amor profundo y simple, puro como todo lo noble y desinteresado.
Y entonces, «El Sopas» callaba,( él, que habia sido un torbellino toda la semana, un huracán furibundo ) entraba en un mutismo sobrecogedor, mientras acariciaba el trono de la Madre de Dios, y gemia de una manera tan sentida que aquel llanto quedó prendido para siempre en mis recuerdos más secretos.Y la gente le respetaba.complice de aquel amor verdadero.
Después, cuando todo había acabado, cuando las cornetas y los tambores dejaban paso al trajin de los procesionistas, abandonaba la iglesia con paso lento, dulce y delicado, a pesar de sus zapatillas de lona blanca con cordones negros, su traje de panilla oscura, su inmaculada camisa recosida y arrugada por las fatigas de la vida.
Nadie le despidió nunca.
Una tarde le vi. Limpiaba el bronce de los bajos de la barra de una cafetería de moda. Allí estaba. de rodillas, frontando a ras de suelo el metal con una bayeta y un frasco de Netol.

Se apartó a mi paso. Un camarero le ofreció furtivamente una copa de brandy barato. La medicina. La gasolina para seguir carburando y arrastrándose entre colillas y zapatos caros.

Le miré a los ojos y el me devolvió la mirada. Supe que era » El Sopas» y le admiré. Él se extraño de mi interés y siguió arrancando brillo a los metales.
José Luis Alonso Viñegla .- GENTE DE LORCA. Reservado derechos de autor. 

Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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