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La memoria de Félix

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La memoria de Félix

Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO. 14/03/2016 

52 años, ni un día más ni un día menos. Exactamente 52 años tenía el gran Félix Rodríguez de la Fuente cuando murió un 14 de marzo de 1980. Volaba por Alaska rodando nuevas escenas de su mítica serie El hombre y la Tierra, siguiendo con su ardua tarea de instruir a los jóvenes sobre la importancia de la naturaleza, arriesgando su vida hasta el punto de que la perdió el mismo día que cumplía 52 años.

felixNo fue un paso en balde el que el amigo Félix tuvo por el mundo. Lleno de un vigor innato, energía y fuerza divulgadora, decidió que muchas cosas debían cambiar en aquella España aletargada y descuidada.

El futuro se abría paso lentamente y la naturaleza se había convertido para muchos en poco menos que un agujero de alimañas que debía ser avocado a la extinción. ¿Qué era el lobo sino un enemigo a abatir? ¿Por qué había que vaciar los cielos de aves de rapiña? ¿Qué estúpida guerra es la que empezaron los hombres contra los animales? Somos el origen de la sexta extinción masiva de especies. Una extinción que comenzamos nosotros y que acabará con nosotros. Seremos vencedores y vencidos.

En el pasado el hombre y los animales eran, inconscientemente, conocedores del equilibrio ecológico que nos mantendría a todos. Había que cazar, porque era necesario para vivir, pero nuestra mente se fue pervirtiendo hasta cotas inimaginables. El siglo XX en España podría haber sido el escenario de la desaparición de especies tan singulares como el lobo, el lince o el oso. Ahora mismo podríamos estar hablando de que habían existido, evocando al pasado, de no ser por la ingente y enorme labor de un hombre: Félix Rodríguez de la Fuente.

felix rodriguez

¿Qué se puede decir de alguien tan sumamente conocido? Los más jóvenes podrán pensar que es un hombre que hacía documentales sin más. Documentales viejos y desfasados. Pero lo que no saben esos jóvenes es que Félix fue uno de los personajes más queridos y recordados de toda España en los años 70 y 80. Él se dedicó en cuerpo y alma a convertir a las generaciones de niños en protectores de la naturaleza y que aprendieran a respetar y conocer la riqueza natural de la península. Félix nació en el pequeño pueblo burgalés de Poza de la Sal en 1928. No fue al colegio hasta los diez años de edad, y su padre fue el encargado de educarle en casa.

Esta libertad educativa hacía que mientras otros niños estaban en clase, él saliera a los campos y bosques que rodeaban su pueblo. Su amor por aquella naturaleza que no había sido perjudicada por el hombre le llevó a comprender que había una comunión entre todas las especies, tanto animales como vegetales. A pesar de haber estudiado medicina, su gran pasión era la cetrería. Él se encargaría de resucitar este arte ya olvidado desde muchísimos años antes, convirtiéndolo de nuevo en una técnica de simbiosis hombre-animal. Durante toda su carrera se especializaría en etología y se encargaría de intentar difundir su pensamiento rompedor.

Un grito desesperado para la preservación de una naturaleza que había quedado reemplazada al puesto de enemigo del hombre. Félix apareció por primera vez en televisión al ganar las jornadas internacionales de cetrería, celebradas por primera vez en España, con Durandal, su halcón hembra. La entrevista, aunque no muy larga, caló hondo en los telespectadores y no menos en los dirigentes de la única cadena del momento.

Félix comenzó a presentar espacios sobre naturaleza, normalmente destinados a niños, que eran presenciados con ilusión por toda la familia. Su amor por la naturaleza, sin llegar a las estupideces y extremos a los que llegan los que hoy pretenden ser más defensores que nadie, fue vaciando ese odio que se sentía hacia la naturaleza salvaje, concienciando al mundo que había que proteger nuestro hábitat si no queríamos quedarnos sin él; si queríamos sobrevivir nosotros mismos. Tras diversos programas de radio y televisión, películas, libros e incluso comics, en 1973 llegaba lo que sería el culmen de su carrera.

El hombre y la Tierra entró en todos los hogares españoles para quedarse para toda la vida. Nadie olvidaría jamás esa pegadiza sintonía que nos llevaba a un mundo salvaje mucho más cercano de lo que pensábamos. Durante siete años el gran Félix se encargaría de mostrarnos la fauna ibérica, en mayor parte, y americana, en menor. Ésta última es la que le costaría la vida. El lobo fue el animal más recordado de esta serie documental, sin lugar a dudas. Ese viejo enemigo del hombre que él nos mostró con una dulzura inusitada, adentrándonos en su sistema social como nunca antes se había adentrado nadie. Jamás se habían filmado escenas como las de este programa, mostrándonos la crudeza, amabilidad y belleza de un mundo que no era enturbiado por el ser humano. Los animales se percibían en España por primera vez no como una amenaza, sino como un portento de la naturaleza, nuestros compañeros de planeta. Cientos de escenas míticas se quedarían grabadas en las retinas de millones de niños españoles. ¡Qué lugar más hermoso para morir! Esto fue lo último que escucharon decir a Félix los que se quedaron en tierra justo antes de despegar la avioneta. Que maldita premonición la suya.

El día 15 de marzo de 1980 una noticia trágica echaba por tierra las fantasías de esos mismos niños. Félix había muerto. Su avión se había estrellado en Alaska el día anterior, sin terminar aquella etapa de su serie, dejando huérfanos de conocimiento a los españoles. Ahora hay tantos canales de televisión, sin contar ordenadores, tablets, etc, que resulta difícil hacer comprender que en aquellos tiempos todos veían a Félix, porque sólo estaba Televisión Española, y que toda la familia aprendía de él, y que toda la familia lo sintió. La conmoción truncó muchas risas y juegos en ese aciago día. Muchos de los niños de aquel ayer negarán con falsa arrogancia no haber sentido nada su muerte, pero seguro que mienten, porque aunque quieran, no podrán olvidar que de pequeños amaron la naturaleza y se vieron conmovidos por las palabras de aquel hombre que tanto les enseñó y al que tanto debe la fauna ibérica de hoy. Sus restos volvieron a España juntos con los de los dos acompañantes fallecidos Teodoro Roa (cámara de TVE) y el ayudante Alberto Mariano Huéscar.

Fue enterrado en el cementerio del pueblo que le vio nacer, aunque polémicamente sus restos fueron trasladados por petición de su esposa al cementerio de Burgos. El pequeño pueblo de Poza de la Sal intenta mantener siempre viva la llama y la imagen, así como las enseñanzas, de su paisano. Recientemente, en verano del 2015, el programa Cuarto Milenio donaba una escultura del naturalista español por excelencia al pequeño pueblo, y que se puede contemplar en uno de los parajes cercanos a la localidad.

Hoy, 36 años después, aunque seguimos siendo unos descerebrados, animales en peligro como el lobo se pueden seguir cazando y nos dedicamos a maltratar a la Madre de Todo (la Naturaleza); el lobo, el lince, el águila imperial, el halcón y un largo etc le están agradecidos al amigo de los animales, Félix Rodríguez de la Fuente.

Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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